Existe un rol típico en muchas organizaciones que es el de héroe/heroína de la empresa. La persona a la que todo el mundo recurre cuando tiene un problema, escribiéndole mensajes directamente, acercándose a su mesa o llamándole por teléfono como quien llama al 112. Esa persona nunca dice que no, aunque lo que le pidan esté fuera de su ámbito de responsabilidad o de su área de competencia. Responde lo más rápido posible y se compromete a resolver cualquier problema. Lógicamente, tiene mucho estrés en el trabajo por las muchas responsabilidades que se carga encima, los muchos cambios de contexto que sufre al día y el modo reactivo que mantiene permanentemente. Es una situación agotadora pero a la vez adictiva, porque se siente útil y los demás le aprecian. Interpreta la dependencia que crea en el grupo como una valoración positiva de su esfuerzo. Cuanto más imprescindible se siente o se hace, más aumenta el estrés y la adicción. El resto termina abusando de su excesiva actitud servicial, sin ser siquiera conscientes de ello. Al fin y al cabo, es más fácil pedirle otra persona que resuelva cualquier tema que intentarlo de forma autónoma. No obstante, para muchas de las personas que asumen este rol, llega un momento en el que terminan por tomarse las cosas del trabajo como personales. Hacen horas extra a diario, sacrifican su tiempo libre y deterioran hasta sus relaciones familiares por cumplir con su heroica misión. La heroína (y el héroe) siempre tiene vacaciones acumuladas del año pasado y nunca se marcha más de una semana o unos pocos días de vacaciones. Claro que se toma las cosas muy a pecho y roza el conflicto con facilidad, pues pone toda la carne en el asador. Pasan los años y el cansancio va en aumento, hasta que un día explota y se marcha de la empresa. Incluso puede que un cambio en la dirección de la empresa cause su despido repentino sin que se lo espere.
Yo mismo he jugado el papel del héroe en el pasado y puedo decir de primera mano, que ni fue bueno para mí, ni para la organización. Todas mis relaciones sufrieron un cierto grado de deterioro, dentro y fuera del trabajo. Resulta que, cuando resolvemos los problemas que corresponden a otras personas, estamos impidiendo que aprendan a resolverlos por sí mismas. Estamos impidiendo que se desarrollen y crezcan. Las consecuencias son negativas para las personas y para el conjunto de organización (o la familia). El día que el héroe o la heroína se marcha de la empresa es un drama, ya no solo por el vacío emocional que deja, sino porque tiene más conocimiento de la empresa que nadie. Conocimiento que no está documentado porque esa persona no tenía en mente ser relevada, ni tenía tiempo para documentar nada. Si era una persona de talante amable, sereno y educado, suele ser recordada con cariño incluso años después, pero si su talante era más bien gruñón, ni tan siquiera se le echa de menos cuando pasa el tiempo.
Si te identificas con esta descripción y te das cuenta de que no es sostenible, aquí tienes algunas claves para apartarte de ese papel:
¿Qué otras claves se te ocurren para eliminar esta figura?
Manuel Moranchel dijo: Me he sentido super identificado por varios proyectos del pasado y el desenlace encaja perfectamente con lo que describes. En uno de los proyectos, el project Manager tenía que sentarse a mi lado para desviar/priorizar las peticiones que me llegaban. Esto es a modo anecdótico ya que, aunque ayudó a poder completar mis entregables, no lo considero una solución viable. Estoy intentando pensar reglas generales que apliquen a muchos casos y me parece complicadísimo. Diría que la norma más general es habilitar y cohesionar el equipo. Un equipo con una dependencia de uno de sus miembros, es un equipo disfuncional. El equipo debería ser capaz de suplir a cualquiera de sus miembros y ser capaz de balancearse si uno de sus integrantes falla. En mi caso las acciones suelen ir por identificar miembros por aptitudes y motivación. El objetivo sería incrementar ambos valores en cada individuo y que los lazos o dependencias se forjen horizontalmente y no verticalmente (en este caso la vertical sería acudir al héroe). Lo más bonito es que esos valores de aptitudes y motivación no son una matriz de dos dimensiones, sino infinita. Alguien puede ser muy bueno programando en Cobol y estar muy poco motivado para hablar en público. Así que lo más importante es no creernos héroes, delegar, delegar y delegar. Ayudar lo justo para que una persona se levante y siga. La gente hace cosas maravillosas cuando se confía en ellas
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