En ocasiones, necesitamos soltar lo que llevamos dentro para desahogarnos, verbalizar en voz alta nuestros sentimientos y pensamientos compartiéndolos con otra persona. Es humano.
En un artículo anterior sobre la cultura de equipo, recomendé no hablar de quien no está, pero toda regla tiene sus excepciones 😉
Si una persona necesita desahogarse contándole cosas de un tercero a otra, lo mejor es hacerlo en privado y estando solo dos personas. No se le puede contar cualquier cosa a cualquier persona. Se necesita de alguien que respete la confidencialidad, de manera que lo que se hable en esa conversación, quede entre quienes intervienen. Si hay más de dos personas, volvemos a los problemas de mi artículo anterior y la probabilidad de que la información salga del círculo se dispara, siendo más difícil saber quién se fue de la lengua.
Cuando alguien te pide que seas su confidente, generalmente lo que quiere es que le escuches y le entiendas, no que le ofrezcas soluciones. Salvo que explícitamente te pida consejo, lo que necesita es que le escuches con plena atención y no que le digas lo que tiene que hacer, pensar o sentir. Decirle lo que tiene que hacer cuando no lo ha preguntado, a menudo aumenta su frustración o su dolor, porque posiblemente se sentirá incomprendido.
Escuchar con atención significa que estás escuchando de verdad y no pensando en lo que tú vas a decir después. No pasa nada si no tienes nada que añadir, los silencios en las conversaciones privadas son fantásticos y necesarios.
Cuando escuchas a una persona que se encuentra en un estado de ánimo negativo, es más importante el “por qué” y el “para qué” lo dice, que lo que dice en sí. No son tan importantes sus palabras, sino su tono de voz, los gestos de su cara, su mirada y su lenguaje corporal. Realmente, lo que cuente de una tercera persona es irrelevante. Lo relevante es lo que cuenta de sí misma a través de la historia que está narrando. Da igual si los hechos son ciertos o no, si la otra persona hizo esto o aquello, porque no se trata de juzgar a quien no está allí. De lo que se trata es de comprender los valores de quien nos habla. A través de aquello que le enfada o le entristece, podemos averiguar lo que nuestro confesor valora. Hay que tener en cuenta que nadie tiene la verdad absoluta ni ve el mundo como en realidad es, sino que nos expresamos a través de los filtros mentales de nuestra experiencia condicionada y subjetiva. Por eso, hay que tener cuidado de no creerse que esa tercera persona que no está, es mala, vaga o cara dura, o lo que sea que se diga de ella. Es especialmente importante hacer el esfuerzo de no cambiar nuestra visión de esa tercera persona si la conocemos y trabajamos con ella. Si tuviéramos que juzgar, como mínimo habría que escuchar a todas las partes y a sus defensores respectivos. La misión como confidentes es empatizar con quien nos habla y, como mucho, ayudarle a darse cuenta de cuáles son sus valores. En una sesión de coaching o de psicoterapia, la profesional que está escuchando no tendrá ningún interés por la vida de esas terceras personas que no están allí. Solo hará preguntas que permitan conocer mejor a quien tiene delante, hablándole.
Como en todo hay excepciones. En un contexto policíaco, me puedo imaginar que un investigador sí que tendrá mucho interés en conocer información de una tercera persona que no está presente, pero que, por ejemplo, es sospechosa de un crimen, pero si no somos jueces ni policías, todos los párrafos de arriba son aplicables.
Cuando uno no está preparado para ser confidente en una situación concreta, a veces lo más sabio puede ser no prestarse a tener esa conversación. Con amabilidad y cariño es posible expresar que uno no está preparado para escuchar, porque hay cosas que es mejor no oir.
Como confesores, a veces conseguimos más beneficio escribiendo lo que sentimos y pensamos en un diario privado, que contándoselo a alguien. Escribir es un gran alivio y una forma magnífica de aclarar nuestras ideas y auto-conocernos mejor. Desde luego, es más seguro escribirlo en un papel secreto y privado que contarlo a quien no está preparado para escucharnos. Por otro lado, contar con buenos profesionales del coaching, la psicología o la psiquiatría (según el caso, los objetivos y las dificultades que tengamos) puede ser de gran ayuda.
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